El humor negro no solo implica una negación de la muerte. Bajarle los humos a la muerte con una burla espontánea también nos ayuda a desahogarnos, a reducir nuestro pesar por el desasosiego que esta nos provoca.

También está la cuestión de nuestro deseo inconsciente por aquello que tememos. Lo que Freud llama <<Tánatos>> o la pulsión de muerte pulveriza los significados y los valores, ligándose así a ese efímero desajuste de la racionalidad que denominamos humor. Como el humor esta fuerza dionisiaca confunde la razón, subvierte las jerarquías, fusiona las identidades, difumina las distinciones y disfruta de la aniquilación del sentido, motivo por el cual el carnaval, que también escenifica todo esto, nunca se encuentra demasiado lejos del cementerio. Al echar por tierra todas las distinciones sociales, el carnaval afirma la igualdad absoluta de todas las cosas; pero al hacerlo, se sitúa peligrosamente cerca de la visión fecal del mundo, que consiste en reducirlo todo a la uniforma mierda.

En El chiste y su relación con lo inconsciente, Sigmund Freud afirmaba que los chistes representan una descarga de la energía psíquica que normalmente invertimos en el mantenimiento de ciertas inhibiciones sociales básicas. Al mitigar la represión procedente del superyó, nos ahorramos el gran esfuerzo inconsciente que esta regresión exige y destinamos esa energía a hacer broma ya reír. Se trata de una visión económica del humor, por decirlo de algún modo. Desde este punto de vista, el chiste es una insolente bofetada que se le propina al superyo. …

En los tipos de chistes más inocuos, según Freud, el humor surge de la descarga de la pulsión reprimida, mientras que en los chistes obscenos u ofensivos procede de la relajación del mecanismo represivo. Los chistes blasfemos también nos permiten atenuar nuestras inhibiciones. …

Desde el punto de vista de Freud, el hecho de que los chistes sean placenteros en un nivel formal – debido a sus juegos de palabras, al empleo del sinsentido, a las asociaciones absurdas que generan, etcétera- puede ayudar a que el superyó se relaje y suspenda su vigilancia durante un momento, lo cual proporciona al anárquico ello la oportunidad de situar en primer plano una emoción censurada. El <<placer preliminar>> -como lo llama Freud- que proporciona la forma verbal del chiste atenúa nuestras inhibiciones, nos ablanda y logra engatusarnos para que aceptemos su contenido sexual o agresivo, contenido que en otras circunstancias quizá no estaríamos dispuestos a aceptar. Reírse, en este sentido, es el resultado de un fracaso de la represión; en cualquier caso, si algo nos divierte es porque tomamos conciencia de la fuerza de la inhibición en el mismo acto de transgredirla, de modo que, como señala Sandor Ferenczi, un individuo completamente virtuoso apenas se reiría, como tampoco lo haría uno completamente malvado.

Traducción Fragmento de:  Humour – Terry Eagleton