Corría el año 2081, y por fin todos eran iguales. No sólo eran iguales ante Dios y la ley: lo eran en todo sentido. Nadie era más elegante, ni de mejor aspecto, ni más vigoroso o más listo que los otros. Tal igualdad se debía a las Enmiendas 211, 212 y 213 de la Constitución,...