En la noche que me envuelve, negra, como un pozo insondable, le doy gracias a los dioses que pudieren existir, por mi alma inconquistable. En las garras de las circunstancias, no he gemido, ni he llorado. Bajo los golpes del destino, mi cabeza ensangrentada jamás se ha postrado. Más allá de este lugar de ira...