Si tuviera que nombrar una de esas preguntas que rondan frecuentemente mi cabeza sería la de ¿cuándo nuestra especie fue consciente del placer? ¿fue espontáneamente, algo evolutivo?, si le sucedió a un homínido al instante después de rascarse y sentir “rico”, o después de haber probado una baya lo suficientemente madura para endulzarle la boca. ¿Cómo saber? ¿será el placer al igual que el temor una de esas estructuras base de nuestra especie?

Anoche descubrí un nuevo placer. Y mientras me disponía a probarlo por vez primera un ángel y un demonio llegaron a mi puerta. Ambos discutieron acerca de mi placer recién descubierto; uno de los dos gritaba: -¡Es un pecado! Y el otro, en igual tono aseguraba: – ¡Es una virtud! Khalil Gibran

.     De manera casi obsesiva me dí a la tarea de investigar sobre el tema. El placer ha sido abordado desde el análisis moral, ético, cultural, y sólo a hasta finales del siglo pasado en investigación evolutiva-biológico. Lo cual es absurdo sobre todo si imaginamos la cantidad de siglos que llevamos como especie utilizando este concepto.

.     El placer es concebido comúnmente como una sensación agradable, eufórica, adictiva, espontanea, obedece a la satisfacción de una necesidad, deseo, y es justamente esta característica junto con la adicción la que a mi parecer ha proscrito la experiencia. Debo enmarcar esto último porque encontré para mi propio y aterrador asombro que no importa a cuál sistema religioso pertenezcas, en cuestión de placer es lo mismo, incluso en el budismo (lo creí más abierto) cada cual tiene su propia forma de expiación-castigo y también un mecanismo para no caer en ese mal, el placer es el enemigo que si no dominamos nos dominará.

.     Esto me hizo entender por qué existe tan poca información-investigación “positiva” hacia al placer. Es triste y también un poco vergonzoso que el desarrollo de nuestra especie en estos términos sea tan primitivo, ¿cómo es posible vivir en un oscurantismo-medieval en praxis? Sabemos cómo evitar el dolor, desarrollamos mecanismos para lidiar con el sufrimiento, buscamos herramientas para la aceptación de la tribulación, es decir lo opuesto al placer, pero no tenemos ninguna técnica inductora que sea socialmente aprobada para sentir placer, las herramientas son sencillamente subyugadas al pecado o al morbo.

.     El resultado de la investigación y análisis me ha dejado ese sabor resinoso de cuando se descorcha una botella con la boca. Filósofos, religión, religión, demasiada religión, demasiada moralidad, ni siquiera esas mentes maravillosas como las de Aristóteles, Agustín de Hipona, Kant se distanciaron del escrupuloso juicio, el placer como el origen de las malas acciones, el vicio.

.     Si tuviera que vestir al placer lo caracterizaría de James Dean o Johnny Depp, entonces quizá verían que el granuja no tenía otra opción, pero volviendo a la seriedad, incluso la información científica es algo confusa, si deseamos tener una definición determinante podemos darnos por vencidos, le han reservado dentro de nuestro cerebro una habitación que se llama sistema de recompensa. “La vía neural de la recompensa se inicia en el área tegmental ventral, y la producción de dopamina se desencadena en el núcleo accumbens. Desde allí, la vía de la recompensa se extiende hasta la corteza prefrontal”(1).

.     Confundir al placer con el deseo, anhelo, satisfacción, necesidad, pasión, gozo es muy común, más si consideramos la experiencia cultural del hablante, es aquí cuando repetirse está lejos de ser una necedad, si tuviéramos un conocimiento más amplio, una experiencia más evolucionada del placer, no existiría tal confusión, las palabras antes mencionadas podrían ser la unidad de medida del estadio del placer en el que nos encontramos.

.     El placer ¿Es necesario? William B. Irvine en su libro “Sobre el deseo” nos comparte la historia de Tolstoi que aquí transcribo:

<<Sentí que se hundía el suelo bajo mis pies, los cimientos de mi vida ya no existían y no quedaba nada. Mi vida se paralizó. Podía respirar, comer, beber y dormir, y no podía evitar hacer estas cosas; pero no había vida alguna, pues no existían deseos cuya realización pudiera considerar razonable. Si deseaba algo, sabía de antemano que daría lo mismo satisfacer mi deseo que no hacerlo. Si hubiese aparecido un hada y me hubiese ofrecido realizar mis deseos no habría sabido qué pedirle. Si en momentos de embriaguez sentía algo que, aunque no era un deseo, era un hábito heredado de anteriores deseos, en momentos de sobriedad sabía que se trataba de un engaño y que en realidad no había nada que desear. Ni siquiera podía desear conocer la verdad, pues sospechaba en qué consistía. La verdad era que la vida carece de sentido>>

.     Si estuviéramos hablando de uno de tantos escritores que pelea a diario por un espacio entre columnas seria entendible, pero Tolstoi en la visión del común podríamos decir lo tenía todo, esposa, familia, reconocimiento, dinero, ¿qué más le hacía falta? El deseo, placer, ¿habrá un infierno más aterrador que el comer sin disfrutar, besar sin gozar, crear sin anhelo?

.     William B. Irvine también nos hace una pregunta muy pertinente en este escenario ficticio, imaginemos que un buen día despertamos y todos los  humanos han desaparecido, somos el único habitante del planeta. ¿Desearíamos el carro deportivo? ¿El outfit vanguardista? ¿Viviríamos en una mansión? ¿Nos bañaríamos? ¿Qué objetivo tendrían los títulos académicos o laborales?

.     Más allá del empirismo definido por la cultura, del valor que se le asigna al placer o de la endoscopia científica, el placer es un proceso más sofisticado, lleva entre sus ocultas celebraciones la corporalidad, esa ineludible exposición al mundo por los sentidos, unos que sin planearlo se rebelan a su domesticación y nos obligan a reconocer con humildad que de placer conocemos lo básico y tan sólo en nuestra ignorancia lo interpretamos.

Bibliografía
1 El cerebro humano; una guía de su estructura, funciones y trastornos. Rita Carter
William B. Irvine. (2008) Sobre el deseo. Barcelona. Paidos
Linden David J.(2011) La brújula del placer. Barcelona. Paidos
Bloom, Paul. (2010). How Pleasure Works: The New Science of Why We Like What We Like. New York: W. W. Norton & Co